Capítulo quinto: “Deporte competitivo, victoria y educación”:
En este capítulo Arnold trata de analizar lo que puede significar la competición que va ligada al deporte dentro de la escuela. Para ello analiza tanto las teorías que están totalmente en contra de lo que es la competición como de las que están a favor. De lo que no cabe duda es que es un concepto discutido.
La primera crítica a la competición en la escuela la denomina crítica aguda. Esta es la que sostiene que la competición en sí misma es mala. Es intrínsecamente inmoral y que conduce a formas egoístas de conducta. Uno de los puntos de esta teoría sostiene que el deporte competitivo lleva al egoísmo, que el deseo de victoria puede llevar a que en momentos prime la victoria personal sobre todo lo demás. Arnold, argumenta que a pesar de que a veces se den en el deporte casos actos de egoísmo, estos no son perdonados. Que por tanto esto no siempre se realiza así.
El segundo punto en contra de la competición es el deseo de ganar. Autores como Bailey (1975), condenan el hecho de ganar en la realización de los juegos. Arnold opina que a pesar de que en parte pueda tener algo de razón, el fijarse exclusivamente en ese aspecto es no entender lo que significa la participación de los individuos, ya que tratar de ganar a pesar de ser un rasgo necesario para competir, no es el único aliciente para ello. Hay otros motivos en los practicantes como lo puedan ser el estar en forma, el divertirse, el conocer a gente… si el único aliciente del deporte fuese la victoria uno sólo buscaría adversarios a los que claramente fuese a derrotar, con lo que con el tiempo se extinguiría la competición. Arnold insiste en que el perdedor también recibe aspectos educativos tanto como el que gana. Que en ocasiones se aprende más de la derrota que de la victoria. De forma que lo que debería de pretender un profesor es el cómo y el modo en que se desarrolla la competición y no cómo acaba.
Al otro modo de crítica la denomina débil, y consiste en que la competición en sí misma no es negativa, sino que lo es cuando se producen abusos o degeneraciones de la misma, ya sea por violencia, trampas, etc. Por lo tanto, la idea es cómo tratar de evitar en la escuela que se corrompa el buen sentido de la competición. Arnold comenta tres enfoques que tratan de solucionar esta problemática:
· Alterar la orientación del valor: este enfoque trataría de transformar el fin original del deporte, tratando de que en éste se persigan fines recreativos. Se trataría de quitar el elemento competitivo. Arnold critica duramente esta visión ya que la considera utilitaria (al modificar su naturaleza para obtener otro fin deja de ser valiosa por sí misma).
· Una apelación sistemática a la racionalidad: consistiría en sensibilizar a los alumnos con tal de los presupuestos morales del deporte competitivo y que elija entre someterse o no a esos presupuestos morales. Este enfoque debe de ser manejado por el profesor con tal de desarrollar ideales y modos de conducta éticos como la modestia en la victoria y la dignidad en la derrota.
· Ejemplificación de los ideales con los que existe un compromiso: en este caso se insiste en que es necesario que los alumnos perciban lo que se quiere de ellos, no basta únicamente la teoría sino que son necesarios los ejemplos. Para ello el profesor puede ejemplificarlos, pero revelando el mismo un gran compromiso en ellos. Es él quien tiene que ser consciente de su rol, ya que probablemente sus alumnos seguirán sus actuaciones. Lo que debe de valorar y tratar el docente es las conductas y actitudes de sus alumnos cuando participan en actividades competitivas.
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