lunes, 6 de diciembre de 2010

"Educación física, movimiento y curriculum"

Capítulo cuarto: “Las consecuencias sociales y morales de la deportividad”:

En este capítulo Arnold precisa los valores educativos que tiene la deportividad. Comienza afirmando que no se han realizado muchos estudios sobre él, poco explicado, a pesar de ser un tema al que muchos recurren. Para tratar de profundizar en lo que ésta es, analizará tres formas de entenderla, no siendo ninguna de ellas excluyentes, sino complementarias. Lo primero en que insiste es que la deportividad es algo más que la mera aceptación y cumplimiento de las normas, a pesar de que esto es una condición necesaria para que se de.

     La primera idea sobre la deportividad es como una forma de unión social. En esta los jugadores no se interesan simplemente en seguir las normas y someterse a estas, sino que se basa en que los jugadores mantengan y exalten un estilo de vida de camadería entre ellos, de cooperación, valor y satisfacción mutua. Para lograr esto, es necesario que todos se comprometan genuinamente y con buena voluntad, a ese fin por encima del deseo de ganar y alcanzar la victoria. El objetivo máximo es el conservar y mantener las relaciones fraternales que puedan surgir a través de la participación en el deporte. Tanto los jugadores como directivos se integran para compartir esos ideales. Es una visión de la deportividad desde un puto de vista socializador.

     La deportividad como un medio en la promoción del deleite es la segunda visión sobre la deportividad que analiza el autor. En este caso analiza las aportaciones de Keating sobre el tema. Según éste, “la deportividad para el deportista es esencialmente un modo deseable o eficaz de actuar en el deporte, que resulta de acurdo con la promoción del deleite y el espíritu lúdico”. (Keating, 1973). Arnold critica esta visión ya que reduce al deporte a ser un medio para la consecución  de un fin (el deleite), y si es así, deja de ser intrínsecamente valioso y por tanto digno de incluirse en la educación. No obstante, coincide con Keating en que el espíritu del juego puede estimularse, y ensalzar atributos deseables como la magnanimidad y la generosidad. 

Por último, Arnold analiza la visión de la deportividad como forma de altruismo. Esta concepción se interesa más entender la deportividad como una conducta altruista en la que prima el bienestar del otro por encima de la victoria (tanto compañero como rival). Aunque en ocasiones pueda significar perjudicial para el que la ejecuta. Por ejemplo, el que va en cabeza en una carrera se para ayudar a un rival que ha caído y por ello pierde la carrera. Lo que caracteriza a estas acciones es que el deportista no está obligado moralmente (O por las reglas), se le permite no realizarlo. Pero sin embargo, lo efectúa. A parte de esto, este tipo de acciones son moralmente elogiables. Arnold insiste en que en esta concepción a diferencia de las anteriores, se basa de un interés particular y genuino por el interés del compañero, que va más allá de lo que se espera del jugador y por tanto, es para el autor, uno de los ejemplos de las buenas tradiciones del deporte que se deben de preservar y potenciar, que ejemplifican lo que es estar educado moralmente.             

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