domingo, 24 de octubre de 2010

"El valor de educar". Capítulo 4: La disciplina de la libertad:

     Este es uno de los aspectos educativos que yo siempre me he cuestionado en más de una ocasión a lo largo de mi etapa formativa. ¿Hasta qué punto la educación va ligada a la coacción? ¿Hay una tiranía excesiva? Bueno, en mi opinión, coincido con Savater, en que sí que hay una cierta tiranía, cuando era niño, y en ocasiones también ahora, prefería irme a jugar a asistir a la escuela. La escuela era una obligación para mí que me alejaba de lo que me apetecía hacer (leer, jugar a la videoconsola, ir al parque…), sin embargo, tenía que ir a la escuela a aprender algo que algunos adultos me querían enseñar. Como señala Savater, en la escuela se dan una pugna de voluntades, entre lo que quiere el maestro y lo que desean los alumnos. ¿Y para qué vamos a la escuela? En principio para adquirir una serie de conocimientos, que nos ayuden a desarrollarnos personalmente y de esta forma, contribuir a que la sociedad en la cual habitamos continúe existiendo.
     Esta tiranía inicial debería de ocuparse por despertar todas las potencionalidades que tiene el niño dentro de sí, con tal de que en un futuro, el propio niño se libre de la tiranía. La educación a pesar de tener un elemento coactivo, ayuda en última instancia a que el ser humano sea libre, al proporcionarle una serie de herramientas simbólicas con las cuales posteriormente, el niño explorará el mundo que le rodea a su antojo. Eso sí, la autoridad no debe de ser impuesta “a lo militar”, en la escuela se deben de formar ciudadanos libres, y no personas autómatas que obedezcan órdenes, sin pensar sobre qué es lo que se les está ordenando. La disciplina es necesaria en la educación, (y en otros ámbitos de la vida), aunque creo que el niño no debe de perder su naturaleza rebelde, y su enorme curiosidad del porqué de las cosas. Por ello, creo que la disciplina se debe de cuidar, aunque también puntuales insolencias, no vienen nada mal para la formación personal del niño.
     En cuanto a la reflexión que se plantea sobre el aprender jugando, a lo largo de mi vida me he encontrado con algunos profesores que preconizaban el “se puede aprender divirtiéndose”, creo que en momentos concretos esto sí que puede ser así, pero sin embargo, y tal y como señala Savater, hay cosas que no se pueden aprender jugando, por lo que no podemos basarnos en el juego siempre a la hora de enseñar. Cada niño tiene sus gustos personales, y por mucho que intente enseñar las matemáticas, por ejemplo, jugando, si no le gustan al niño, no se divertirá. Por ello, considero al juego como una herramienta educativa con un potencial grande, pero de la cual no se puede abusar, y la cual no sirve para todo tipo de enseñanzas.
    Por último, coincido con Savater en la idea que tiene sobre la necesaria personalidad (sin ser excesiva), que tienen que tener los maestros. A mí me ha ocurrido en muchas ocasiones que me agrade una materia que no me gustaba, por la forma en que el profesor la transmitía. Como Savater dice, el maestro ha de ser capaz de seducir sin hipnotizar, ya que no se trata de inculcar ideas a los alumnos, sino de seducirlos para despertar el fuego interior que hay dentro de ellos.

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