Capítulo segundo: “Educación, conocimiento práctico y movimiento”.
En este segundo capítulo Arnold realiza una crítica del concepto de iniciación de educación ya que el tipo de conocimiento que se persigue ésta, es predominantemente teórico más que práctico y eso en palabra suyas es: “una forma limitada y empobrecida de educación”. (Arnold, 1991:32). A continuación, describo los cuatro argumentos que aporta en su crítica:
En este segundo capítulo Arnold realiza una crítica del concepto de iniciación de educación ya que el tipo de conocimiento que se persigue ésta, es predominantemente teórico más que práctico y eso en palabra suyas es: “una forma limitada y empobrecida de educación”. (Arnold, 1991:32). A continuación, describo los cuatro argumentos que aporta en su crítica:
1- La educación como iniciación, valora únicamente el desarrollo mental, más que el desarrollo completo de la persona. Esto supone una aceptación de un dualismo (separación entre mente y cuerpo), dándose prioridad a la mente.
2- Emplea el término “mente” en un sentido intelectualista muy restringido. Es un conocimiento proposicional, premiando el “saber qué” (por ejemplo, 2+2 son 4), que el “saber cómo” (jugar al baloncesto). Olvidando que lo práctico se puede integrar dentro de lo teórico como forma de conocimiento.
3- El hecho de que solamente se consideren valiosos los propósitos prácticos en la medida en que contribuyan a la compresión intelectual, implica el actuar de una forma reduccionista al negar que las tareas prácticas posean en sí mismas algo que les haga valiosas. Por lo tanto, la mayoría de actividades prácticas (entendiéndolo desde esta perspectiva de iniciación), no tendrían cabida en el currículum.
4- Esta última crítica es suma de las anteriores. Al centrarse en aspectos cognitivos e intelectuales, la educación descuida otros aspectos de la persona que son importantes para el desarrollo de la persona al completo.
En las siguientes páginas, Arnold trata de demostrar que el conocimiento práctico, a pesar de diferir del teórico tiene también su importancia para el desarrollo de la persona. Lo primero que realiza es una distinción entre la racionalidad teórica (saber qué), y la práctica (saber cómo). De forma que desde la racionalidad técnica se interesa el descubrimiento de verdades respaldadas por la razón y confirmadas por la experiencia, y desde el punto de vista de la racionalidad práctica por los propósitos de acción efectuados de una forma racional y confirmados con el éxito.
Uno de los puntos fundamentales del capítulo es cuando relaciona directamente a la racionalidad práctica con el mundo del deporte y de las actividades físicas. Arnold dice que estos campos están llenos de acciones que contienen momentos para trabajar desde esta perspectiva de racionalidad práctica. El autor realiza una distinción entre lo que sería un saber cómo en un sentido “débil” (uno ejecuta bien una acción, pero no sabe cómo explicar cómo lo ha hecho), y sentido “fuerte” (aparte de la ejecución, sabe explicar correctamente cómo ha podido realizar la acción). En ambas situaciones se tiene que dar el requisito de intencionalidad en la acción, solo que en el sentido fuerte, además de ser intencional sabe establecer una relación inteligible de cómo se hace. Arnold valora este sentido fuerte, ya que implica el ser capaces de actuar conforme a las reglas (de la actividad en concreto que sea), y a aplicar esas destrezas a las situaciones de juego cambiantes que se dan en las actividades deportivas. De tal forma que cada una de las tomas de decisiones del jugador a la hora de ejecutar una acción en concreto, venga precedida de un análisis de el entorno y situación del juego, a la vez que se siguen las normas. Toda esta capacidad de análisis-acción es muy valioso y debe de formar parte dentro del proceso educativo. “Saber cómo”, en suma, se interesa esencialmente por el dominio de destrezas y de “ser capaz de” actuar o participar en una determinada actividad con éxito y comprensión. (Arnold, 1991:41).
Este tipo de conocimiento práctico fuerte, contribuye al desarrollo completo del ser humano, aportando un equilibrio que se completaría con el aprendizaje desde la racionalidad teórica. Cada una posee fines diferentes y exige distintos tipos de pensamientos para llegar a ellos. El fin de la racionalidad teórica es la verdad universal, y el de la práctica es la acción apropiada. Por último, Arnold concluye defendiendo que las actividades físicas son manifestaciones importantes de una vida práctica de la cultura y junto con los contenidos intelectuales deben formar parte de la materia sobre la que hay que educar.
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