En estas fechas navideñas he tenido la suerte de leer el libro de Daniel Pennac, Como una novela. Me decidí a leerlo después de que Víctor lo recomendara en un par de clases. Tengo que reconocer que no me ha defraudado. El libro trata una temática que es muy cercana a todos, el porqué no leen los jóvenes. De hecho más del 50% de la población española afirma leer nunca. Las cifras a muchos nos pueden parecer chocantes ya que casi nadie niega todas las virtudes que puede aportar la lectura de libros. Siendo esto así, ¿Por qué no leemos? Este libro responde a esta pregunta y propone el cómo incitar a la lectura.
Uno de los puntos que encuentro más interesantes del libro es lo que opina Pennac sobre cómo incitar a los niños a la lectura. Él considera que la mejor forma es el leerles los libros, para posteriormente ir despertándoles la curiosidad por leer. Pennac está totalmente en contra de que los profesores manden leer libros a los alumnos, esto provoca un sentimiento de rechazo en mucho de ellos. Una de las ideas principales del libro es que no se puede obligar, exigir... la lectura de un libro; hay que despertar el amor hacia la lectura. Recuerdo que a lo largo de mi formación académica un sinfín de profesores nos ha mandado muchas lecturas, no olvido las quejas de mis compañeros, y no les faltaba razón. ¿Cómo vas a disfrutar de un libro, si te limitan a leértelo en “x” tiempo y a saber responder a “x” preguntas? Esa no es la fórmula.
Otra de las ideas que transmite el autor, es que en contra de lo que muchos opinan, la televisión, y otras de las nuevas formas de entretenimiento tecnológicas, no son las culpables de que no leamos. Simplemente desde pequeños se ha despertado un rechazo hacia la lectura al intentar imponerla. De ahí a que los niños acudan otras formas de entretenimiento que llenan menos (no es lo mismo estar pasivo viendo una pantalla que la imaginación vuele mientras lees las letras de un libro). Es típico escuchar el argumento para la no lectura de: “no tengo tiempo para leer”. Según Pennac desde el momento en que uno se plantea la falta de tiempo como un obstáculo para la lectura, es que no se tienen ganas para ello. En este sentido Pennac afirma: “El tiempo para leer siempre es tiempo robado. (Al igual que el tiempo para escribir, por otra parte, o el tiempo para amar”). Realiza un símil entre el amar a otras personas y amar a un libro, de tal forma que “El problema no está en saber si tengo tiempo de leer o no (tiempo que nadie, además, me dará), sino en si me regalo o no la dicha de ser lector”.
Una de las virtudes de este libro es que es muy ameno y fácil de leer aunque no por ello te haga reflexionar menos. Quiero destacar la parte final del libro en el que el autor cita el decálogo del lector. El primer derecho del lector es a no leer, y estoy totalmente de acuerdo ya que no se debe de imponer la lectura. El decálogo completo es el siguiente:
1. El derecho a no leer.
2. El derecho a saltarse las páginas.
3. El derecho a no terminar un libro.
4. El derecho a releer.
5. El derecho a leer cualquier cosa.
6. El derecho al bovarismo.
7. El derecho a leer en cualquier lugar.
8. El derecho a hojear.
9. El derecho a leer en voz alta.
10. El derecho a callarnos.
En definitiva quiero recomendaros esta lectura ya que es una buena reflexión y crítica sobre el leer. A mí me ha despertado el interés de seguir leyendo, una de mis pasiones que a pesar de que en muchas ocasiones me falte tiempo para ello. Siempre intento robarle unos minutos a mi vida en cuanto puedo, para refugiarme en un mundo fantástico en el que todo es posible.
Por último, me gustaría saber qué es para vosotros leer, y qué es lo que os aporta. Os dejo con un par de viñetas de Forges. Un saludo a todos, y feliz año.
Tengo que releerlo. Pero ahora, en el recuerdo, me viene a la memoria el momento en que Pennac explica (o narra 'como una novela') el proceso mediante el cuál el libro deja de ser un vínculo de cariño con los padres que se lo leen, para pasar a ser un objeto obligatorio y potencial fuente de castigo si no es leido 'como es debido'. Algo así como la transubstanciación de un vaso de agua en un roble...
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