DEVENIR
Tengo doce años y medio y no he hecho nada.
Me ha parecido un capítulo fantástico, esta vez no he tenido que acudir rápidamente a mi teclado para expresar mis sensaciones. Lo que he hecho ha sido irme a correr, actividad que siempre me ayuda a poner en orden mis pensamientos. Dentro de este capítulo he encontrado varias temáticas que voy a ir descomponiendo en los siguientes párrafos.
El capítulo comienza con el espíritu del anterior, Daniel sigue hablando de sentimientos, solo que esta vez se refiere a los padres. La descripción de los distintos tipos de madres que realiza el autor a raíz de sus experiencias vividas me parece genial. Muchas veces nosotros no somos conscientes de cómo lo pueden estar pasando realmente nuestros padres, nos parecen que exageran, que están desfasados, que son unos pesados… y sin embargo, normalmente toda esa preocupación viene precedida del amor que sienten por nosotros. Eso sí, es cierto que si no se sabe canalizar esas preocupaciones de la forma adecuada, acabe suponiendo más presión para el niño, que unida a la que pueda estar sufriendo en la escuela, supone una losa todavía mayor que lo condena si cabe, más.

No son solo pueden ser los padres y profesores quienes mandan mensajes negativos a los niños, sino como también apunta Daniel, toda la sociedad en sí. De ahí que me haya encantado la metáfora que utiliza el autor de la cebolla. Los alumnos llegan a las aulas cargados de capas de mensajes negativos, (miedo, pesadumbre, deseos insatisfechos, mentiras…), que les impide ser ellos mismos en clase. De ahí que el profesor tenga que “desnudar” al alumno y quitarle esa carga, y cito de nuevo un fragmento del libro, ya que lo veo muy recurrente y necesario: “Es difícil explicar, pero a menudo solo basta una mirada, una palabra amable, una frase de adulto confiado, claro y estable, para disolver esos pesares, aliviar esos espíritus, instalarlos en un presente rigurosamente indicativo”. (Pennac, 2007:60).

Al final, como señala Pennac, “se llega”, uno se apaña con lo que es y acaba llegando algún lugar. En su caso, maestro y novelista. La parte final del capítulo la dedica a rememorar episodios de encuentros con ex alumnos. Ha sido una parte muy entrañable, ya que muestra cómo a pesar de que por su vida pasasen miles y miles alumnos, perdurará siempre en su corazón el recuerdo de la esencia de ellos, y en los chavales ahora ya mayores, también perdura el recuerdo de un buen profesor. Esa puede ser una de las gratas recompensas de un docente, tener la posibilidad de dejar huella (en sentido positivo) en personas. Dicho esto, me vuelvo a la cama a por el próximo capítulo…
fabuloso,poder leerlo
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